sábado, 13 de enero de 2018

LA MUERTE Y LA RESURRECCIÓN


La muerte ha sido en todos los tiempos un tabú, algo inoportuno que debe ser mantenido oculto para evitar angustia, pero quizás con más relevancia en estos últimos tiempos y contradictoriamente ha sido un acto para el exhibicionismo. También es evidente que el mundo burgués, de modo particular el europeo, prefiere ocultar la muerte. Enfermedad y muerte se convierten en problemas técnicos especiales que se tratan fuera de la familia, en instituciones previstas al respecto; bien sea por concienciación, sociológica o estructuralmente, estos fenómenos humanos fundamentales se marginan y se banalizan por medio de la televisión y el cine, exponiendo la muerte sin reservas, de múltiples formas y por variadas razones como para que de tanta presentación se asuma que es parte de la propia vida y se le acepte con naturalidad o convertidos en espectáculo contrapuesto al aburrimiento y como expresión de la pérdida del pudor en otras dimensiones humanas. Pero según Schleiermacher, es una de las brechas para mirar al infinito y no cerrar las puertas a la pregunta metafísica antes de que se consiga entrar, como lo hace por ejemplo la eutanasia.
Deshumanizando a la muerte se deshumaniza a la vida. La muerte es quien determina qué es en definitiva el hombre pues por ella logra verse la actitud del hombre ante la vida: perturbado de la paz o amante y esperanzado.
La realidad de América Latina ha sido descrita en Puebla (Cf. 16 ss), diferente diametralmente a la europea y por consiguiente como la realidad de una humanidad esperanzada. Sin embargo, sin hurgar mucho, la realidad actual de Venezuela nos desconcierta y nos interpela respecto a la muerte y sus formas: homicidios y homicidios por hurto, ajuste de cuentas entre bandas, por abuso de autoridad, en las cárceles y vista con mayor preocupación no se trata de morir sino dejarse matar, entregar la vida porque no hay medicamentos ni alimentos.
Surge así la pregunta por el bien y el por el mal, el origen de éste y sus consecuencias. Nos remitimos entonces al pecado original que otorga poder a la muerte (Cf. CIC. 385 ss). El mal impide la percepción clara de la estructura de amor que rige el universo y el hombre por sí mismo no hallará jamás con la pura razón adentrarse en el misterio de Dios para realizar un acto de total abandono en la esperanza y menos aún en la resurrección, pero Dios no ha abandonado al hombre al poder de la muerte y predijo que el mal sería vencido y el hombre levantado de la caída (Gn.3,15). El hombre necesita de la fe viva para aceptar la esperanza de la resurrección corporal de los muertos. Creer y esperar en la resurrección del mismo modo en que Cristo ha resucitado verdaderamente de entre los muertos (CIC.988 ss). Por la fe sabemos que la muerte corporal es natural y producto del pecado (Cf.Rm.6,23; CIC. 1008) pero transformada por Cristo ya que para quienes mueren en la gracia de Cristo es una participación en la muerte del Señor para poder participar de su Resurrección. ¿No saben que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que así como Cristo resucitó de la muerte por la acción gloriosa del Padre, también nosotros llevemos una vida nueva… (Rm.6, 3-11).
La muerte es la llamada que hace Dios al hombre para que vuelva a Él, es el fin de la peregrinación terrena del hombre, del tiempo de gracia y de misericordia que Dios le ofrece para realizar su vida terrena…y puede transformar su propia muerte en un acto de obediencia y de amor hacia el Padre, a ejemplo de Cristo.(CIC. 1011, 1013)

Bibliografía para la segunda sesión
·         Catecismo de la Iglesia Católica:
Morir en Cristo Jesús: 1005 - 1014.
“Creo en la Resurrección de la carne”: 988 – 1004.
·         RATZINGER Joseph, Escatología. Herder. Barcelona, España. 2008.Páginas 87 a 99 

Evaluación:
Previa la lectura de los números indicados del Catecismo de la Iglesia Católica con las respectivas referencias bíblicas, de los santos padres y habiendo leído también a Joseph Ratzinger en su libro Escatología:

1.      Elabore en tres cuartillas la definición de la muerte y una explicación a la afirmación “no hay reencarnación después de la muerte”.

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