miércoles, 14 de marzo de 2018

CREO EN LA VIDA FUTURA.


En esta última sesión estudiaremos el artículo final de nuestro credo: ¡la vida futura! Por esa razón la veremos en tres contenidos:
EL INFIERNO.
La felicidad máxima del hombre se concreta cuando este está frente a frente con su creador. En el relato del génesis antes de la caída del hombre esta realidad era palpable; el hombre vivía feliz al poder estar en comunión con Dios. Por la desobediencia, producto de la mentira el demonio influyo en el poder de decisión del que el hombre gozaba. Entra así la mancha del pecado creando un alejamiento del hombre con Dios. Mientras más nos alejamos de Él más desdichados somos de allí la importancia de entender que el Infierno consiste en perder para siempre esa comunión con Dios.
“Salvo que elijamos libremente amarle no podemos estar unidos con Dios. Pero no podemos amar a Dios si pecamos gravemente contra El, contra nuestro prójimo o contra nosotros mismos: “Quien no ama permanece en la muerte. Todo el que aborrece a su hermano es un asesino; y sabéis que ningún asesino tiene vida eterna permanente en él” (1 Jn 3, 15). El Señor nos advierte que estaremos separados de El sí omitimos socorrer las necesidades graves de los pobres y de los pequeños que son sus hermanos (cf Mt 25, 31-46). Morir en pecado mortal sin estar arrepentido ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa estar separados de El para siempre por nuestra propia y libre elección. Este estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra “infierno” (CIC 1033)
Tal vez para muchos cristianos la palabra infierno no produce en ellos ningún efecto más allá de la incredulidad pues solo ven a Dios como Padre misericordioso incapaz de condenar a alguien, pero, en la clase pasada sobre el juicio aclaramos que no es Dios quien condena sino el hombre que se condena así mismo.
La concepción de una condenación eterna que se formó en el judaísmo de los dos últimos siglos antes del cristianismo está firmemente arraigada en Jesús (; Mt 25, 41; 5, 29 par; 13, 42-50; ; 22, 13; 18, 8 par; 5, 22; 18, 9; 8, 12; 24, 51; 25, 30; Lc 13, 28) como en los escritos apostólicos (2Tes 1, 9; 2Tes 2, 10; 1Tes 5,3; Rom 9, 22; Flp 3, 19; 1 Cor 1, 18; 2 Cor 2, 15; 1 Tim 6, 9; Ap 14, 10: 19, 20; 20 10-15; 21, 8) en este sentido el dogma esta sobre terreno firme cuando se habla del infierno y de la eternidad de sus penas.
Jesús habla frecuentemente de la “genhena” y del “fuego que nunca se apaga” (cf Mt 5, 22-29; Mc 9, 43-48). Reservado a los que, hasta el fin de sus vidas se rehúsan creer y convertirse, y donde se puede perder alma y cuerpo (cf Mt 10, 28).
La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia en el infierno y su eternidad.
EL PURGATORIO.
La doctrina católica sobre el purgatorio adquirió su definitiva concreción eclesiástica en los dos concilios medievales que intentaron rehacer la unión con las iglesias orientales. La doctrina se volvió a formular en el concilio de Trento, al rechazar los movimientos reformadores. Lo dio deja entrever el lugar histórico de la doctrina y su problemática ecuménica.
El Nuevo Testamento no desarrollo totalmente la cuestión de la “situación intermedia” entre muerte y resurrección, sino que la dejo abierta, situación que pudo aclararse poco a poco con el desarrollo de la antropología cristiana y su relación con la cristología.
Las primeras raíces de la doctrina sobre el purgatorio, y lo mismo se diga de toda la cuestión referente a la situación intermedia, nos remite al ámbito del judaísmo primitivo: 2 Mac 12, 32-46 (siglo I a. C) se relata el hallazgo de amuletos paganos en el cuerpo de los caídos judíos. Su muerte se interpretó como castigo por el apartamiento de la Ley. El relato nos dice que se tuvieron preces cultuales por los caídos, volviéndose a la <oración para pedir que el pecado cometido fuera totalmente borrado>. Además, se ofreciera en Jerusalén un sacrificio expiatorio. El autor alaba ese modo de proceder como expresión de la fe en la resurrección de los muertos.
En el nuevo testamento específicamente en Mt 5, 26: encontramos un pasaje donde Jesús dice al hombre que se ponga de acuerdo con su querellante cuando todavía van de camino al juez, porque, de lo contrario te echarán a < la cárcel. Te lo aseguro: no saldrás de allí hasta que pagues el último céntimo> (Mt 5, 26).
En 1 Cor 3, 10-15 aparece la idea del fuego como consecuencia del juicio para Clemente esta cita nos instruye que el fuego tiene función de castigo, pero también de educación ya que el fuego no destruye completamente; “se salvará como quien escapa del fuego” (1 Cor #, 15).
Por ultimo podemos citar a Jesús en su discurso escatológico de Mateo que hay un pecado que no será perdonado: “ni en el presente ni en el futuro” (Mt 13, 32).
“Los que mueren en la gracia y la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguro de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo” (CIC 1030).
EL CIELO.
Del término “cielo”, que refleja del modo natural la fuerza simbólica del “arriba”, de la altura, se sirve la tradición cristiana para expresar la plenitud definitiva de la existencia humana gracias al amor consumado hacía el que se encamina la fe; esa plenitud no es para el cristiano simple música de futuro, sino que es pura representación de lo que ocurre en el encuentro con Cristo y está ya presente de modo fundamental encuentro a sus componentes esenciales. Por eso, hablar de “cielo” no significa perderse en fantasías exaltadas sino conocer con más profundidad la oculta presencia que nos hace vivir de verdad y que, sin embargo, continuamente dejamos que nos la tape lo aparente, apartándonos de ella.
Por consiguiente, el cielo es algo primariamente cristológico. No es un lugar a histórico “al que” se llega. El hecho de que haya “cielo”, se debe a que Jesucristo existe como Dios hombre y ha dado al ser humano un lugar en el ser mismo de Dios. El hombre está en el cielo cuando y en la medida en que se encuentra con Cristo, con lo que halla en el lugar de su ser como hombre en el ser de Dios, así que cielo es primariamente una realidad personal que llega para siempre la impronta de su origen histórico en el misterio pascual de muerte y resurrección. De este centro cristológico se pueden deducir todos los demás componentes del cielo mencionados en la tradición. En primer lugar, uno de tipo teológico: el Cristo glorificado se halla en la permanente entrega al Padre y hasta es esta entrega. El sacrificio pascual es en Él presencia permanente. Por tanto, el cielo en cuanto uno con Cristo tiene el carácter de adoración. En él llega a su plenitud el sentido implicado en todo culto: Cristo es el templo escatológico (Jn 2,19), el cielo es la nueva Jerusalen, el lugar donde se rinde culto a Dios. El movimiento de la humanidad unida a Cristo en camino hacia el Padre encuentra su respuesta en el movimiento contra puesto del amor de Dios regalado al hombre. De modo que el culto en su plenitud celestial implica la inseparable inmediatez entre Dios y hombre, inmediatez que la tradición teológica llama visión de Dios.
Pero el enunciado cristológico implica también un aspecto eclesiológico: si el cielo se basa en el existir en Cristo, entonces implica igualmente el estar con todos aquellos que en conjunto forman el único cuerpo de Cristo. En el cielo no cabe aislamiento alguno. Es la comunión abierta de los santos y, de ese modo, también la plenitud de todo coexistir humano, plenitud que es consecuencia de la pura apertura al rostro de Dios, y no concurrencia hacia ella
“nuestra profesión de fe comienza por Dios, porque Dios es el primero y el ultimo (Is 44, 6) el Principio y el Fin de todo. El credo comienza por Dios Padre porque el Padre es la Primera Persona Divina de la Santísima Trinidad; nuestro símbolo se inicia con la creación del cielo y de la tierra ya que la creación es el comienzo y el fundamento de todas las obras de Dios (CIC 198)

ACTIVIDAD.
Explique en que consiste el infierno, el purgatorio y, el cielo.

martes, 6 de marzo de 2018

RETORNO DE CRISTO Y EL JUICIO FINAL



La cuestión referente a la relación entre la venida de Cristo y nuestro tiempo se refleja en el problema sobre los signos del final; es una pregunta que se está dando siempre de una manera nueva en la cristiandad desde los tiempos de los primeros discípulos de Jesús, partiendo de las cuestiones análogas que se planteaban en la apocalíptica judía. En una primera lectura del Nuevo Testamento tiene que sacarse la impresión de que se contraponen dos posiciones distintas.
Por una parte está el rechazo enérgico de la cuestión sobre los signos: el retorno de Cristo es incompatible con el tiempo de la historia, con las leyes que obedece su propio curso como tal, así que esa venida jamás se podrá conjeturar de la forma que sea a partir de la historia misma. Así que en la historia misma no se puede datar su parusía. Respecto de la cuestión de los “signos” y la referente a cualquier intento de descripción de la venida de Cristo la única respuesta puede consistir, pues, en rechazar la pregunta, sustituyéndolo por esta llamada: “Lo que a vosotros estoy diciendo, a todos se lo digo: velad”(Mc 13,37) El modo que el hombre tiene de corresponder a la relación especial del Resucitado con el tiempo de este mundo no es hacer filosofía o teología de la historia , sino “estar alerta
Pero, por otra parte, parece que a esto se contrapone una corriente tradicional bastante fuerte, que indudablemente habla de signos que denotan el retorno de Cristo. Únicamente el misterio humano y divino de Jesucristo, tal y como lo definió el Concilio de Macedonia, es el que permite entender la íntima unidad de ambas líneas y la razón específica de cada una de ellas: en Jesucristo obra Dios como Dios de un modo inmediatamente divino y en él actúa Dios como hombre en una medición histórica.
Lo que se quiere decir es que Cristo es la plenitud de todo lo real, plenitud incompatible con el curso temporal del mundo y la historia, representado, con todo, igualmente el final cronológico de ese tiempo. Así que su venida es, al mismo tiempo, la exclusiva acción de Dios para lo que no hay correspondencias históricas y a la que no puede alcanzar ninguna periodización de la historia. Pero esa venida representa también la liberación del hombre, que no se da gracias al hombre pero tampoco sin su propia contribución, por lo que ciertamente no se puede calcular la llegad de esa liberación, aunque permite ver signos de ella.
En el discurso escatológico de Marcos 13 aparecen como señales precursoras de la cercanía del fin la aparición de pseudomesías, guerras por todo el mundo, terremotos y hambre, persecución de cristianos, la “abominación de la desolación” en el lugar santo.
En los demás escritos del Nuevo Testamento se encuentran más concretizados algunos de estos signos. Se destaca, por ejemplo ante todo, la figura del anticristo, en primer lugar sin que se emplee todavía el término en 2Tes 2,3-10. La misma tendencia adquiere mayor fuerza en 1Jn 2,18-22 y 2Jn 7 donde aparece el término anticristo. En ambos textos se califica del anticristo a los actuales herejes cristológicos de los que se saca la consecuencia de que esta es la última hora, que precisamente por eso pierde su contenido cronológico, convirtiéndose en expresión de una determinada interpretación espiritual, de una concreta proximidad interna respecto del fin.

El retorno de Cristo

Solo por medio de imágenes se puede describir en su propia esencia la llegada del Señor. En orden a esa presentación, el Nuevo Testamento tomó el material al respecto de lo que el Antiguo Testamento dice sobre el día de Yahvé, resulta, pues, claro, que el día de Yahvé es, en concreto, el día de Jesucristo. Pero también la liturgia veterotestamentaria habla y piensa cósmicamente. Por ejemplo, el “clamor”, uno de los términos clave de toda descripción escatológica (Mt 25,1 ss) …los elementos del mundo (Gal 4,3. 9; Col 2,8.20), referidos a la actual situación de los cristianos; escatológicamente (Mt 24,29-31; 2Pe 3,10, etc.)

El juicio

Lo mismo que ocurre con el retorno de Cristo, así escapa también el juicio a nuestros intentos por imaginárnoslo. El núcleo de lo que con esto se quiere decir, se descubre, ante todo, cuando preguntamos quien es para la biblia el sujeto de juicio. A primera vista la respuesta no parece que sea única. Como juez se menciona en primer lugar, a Dios (2Tes 1, 5; 1Cor 5, 13; Rom 2, 3 ss; 3, 6; 4, 10; cf. También Mt 25, 31-46; 7, 22s; 3, 36-43; Lc 3, 25-27; 1Tes 4,6; 1Cor 4,4s: 11, 32; 2Cor 5,10); finalmente en Mt 19, 28 se les dice a los doce que, la “regeneración”, ellos se sentarán, sobre doce tronos y juzgarán a las doce tribus de Israel.
En Juan el juicio se ha trasladado al presente de esta vida, de esta historia nuestra; ese juicio tiene lugar ya en la decisión que se toma por la fe o por la incredulidad (Jn 3,17s; 9, 3 9; 2, 47s). Esto no quiere decir que se suprima, sin más el juicio final, pero sí que se le dé una nueva relación con la cristología. De Cristo se dice: “Dios no envió su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por su medio” (Jn 3, 17) … “no he venido a condenar al mundo sino a salvarlo” (Jn 12, 47). “El que me rechaza y no recibe mis palabras, tiene ya quien lo condene: la palabra que yo he anunciado, ésa lo condenará en el último día” (Jn 12, 48). La distinción que se hace entre la actividad propia de Cristo y el efecto de su palabra permite aquí una purificación definitiva de la cristología y el concepto de Dios. Cristo no condena a nadie, Él es pura salvación y quien se encuentre en Él se haya en el lugar de la liberación y la salvación. La perdición no la impone Cristo, sino que se da donde el hombre se ha quedado lejos de Él; la perdición se da en la permanencia en lo propio. La palabra de Cristo, como oferta de salvación, pondrá de manifiesto que fue el condenado el que puso la frontera y se separó de la salvación.
Con su muerte el hombre sale a la realidad y verdad manifiestas. Toma posesión del lugar que de verdad le corresponde. Ha pasado la máscara de la vida; ya no hay lugar para esconderse tras posturas y ficciones. El hombre es en verdad lo que es. El juicio consiste en l caída de las máscaras que implica la muerte. El juicio es sencillamente la verdad misma, su revelación. Esta verdad por supuesto que no es algo neutro. Dios es la verdad, la verdad es Dios, es “persona”. Una verdad juzgadora, definitiva, solo puede darse si tiene carácter divino. Dios es juez en la medida que es la verdad misma. Pero Dios es la verdad para el hombre en lo que se ha hecho hombre, en quien Él mismo es la medida del hombre. Así que Dios es la medida de la verdad en y por Cristo.

Actividad:
·         Lea los numerales desde el 1846 al 1851 del Catecismo de la Iglesia Católica y haga una breve síntesis.
·         Explique brevemente en que consiste el juicio final.

viernes, 23 de febrero de 2018

CREO EN LA RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS



La creencia de la resurrección de los muertos es la profesión fundamental de la fe de los cristianos. San Pablo dirá: “si Cristo no ha resucitado es vana nuestra proclamación vana es nuestra fe” (1Cor 15, 14). claro que esta primicia tuvo sus opositores durante la época inter testamentaria. Para algunas corrientes no estaba claro este principio se presentó en aquella época y se presenta en la nuestra.
Desde el principio, la fe cristiana en la resurrección ha encontrado incomprensiones y oposiciones (cf Hch 7, 32; 1 Cor 15, 2-13) ´´en ningún punto la fe cristiana encuentra más contradicción que en la resurrección de la carne¨ (San Agustín, psal. 88, 2, 5) Se acepta muy comúnmente que, después de la muerte, la vida de la persona humana continúa de una forma espiritual (CIC 996).
Para la época de Jesús estas incomprensiones y oposiciones son representadas en el grupo de los saduceos los cuales, dentro de su sistema de creencias, rechazaban la resurrección de los muertos. Podemos encontrar dentro del Nuevo Testamento una discusión que sostuvieron con el Señor:
“Se acercaron unos saduceos que niegan la resurrección y le dijeron: Maestro, Moisés nos dejó escrito que cuando uno muere sin dejar hijos, su hermano se case con la viuda para dar descendencia al hermano difunto. Eran siete hermanos: el primero se casó y murió sin descendencia; el segundo tomó a la viuda y murió sin descendencia; lo mismo el tercero. Ninguno de los siete dejo descendencia. Después murió la mujer. En la resurrección, [cuando resuciten] ¿de cuál de ellos será l mujer? Porque los siete estuvieron casados con ella” (Mc 12, 18-23)
Los saduceos usando las Sagradas Escrituras, en este caso la ley del levirato que encontramos en Dt 25, 5-10 tratan no sólo de demostrar sus fundamentos religiosos sino también de ridiculizar la fe en la resurrección de los muertos. Jesús le sale al encuentro y los acusa de no entender las escrituras y de una manera sencilla, pero profunda, les demuestra que la idea de la resurrección también tiene argumentos bíblicos:
Jesús les respondió: ¿No están equivocados por esto, por no conocer la escritura y el poder de Dios? Cuando resuciten de entre los muertos los hombres y las mujeres no se casarán, sino que serán como ángeles en el cielo. Y a propósito de que los muertos resucitan, ¿no han leído en el libro de Moisés el episodio de la zarza? Dios le dice: Yo soy el Dios de Abrahán el Dios de Isaac, el Dios de Jacob. No es un Dios de muertos sino de vivos. Ustedes están muy equivocados (Mc 12, 24-27)
En esta cita podemos contemplar la interpretación que Jesús hace sobre el tema, la resurrección de los muertos. No es una continuidad de la vida mortal como lo exponen los saduceos sino un estado de vida en la plenitud con Dios, como los ángeles.
También podemos extraer que Jesús va más allá de la profesión de fe de los fariseos, que sí creían en la resurrección pero que se quedaba solo como un artículo más de su fe. Jesús sitúa la fe en la resurrección de los muertos en el centro mismo del credo identificándolo con el concepto que se tiene de Dios al citar: Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob (Ex 3, 6-15). y al anunciar: no es un Dios de muertos sino de vivos. Aquí encontramos una prefiguración del triunfo de Jesús sobre la muerte.
La fe judía no se ve comprometida, al contrario, adquiere más pureza al ser profundizada y a la vez mantiene su sencillez: fe en Dios.
Volvamos al comienzo de la clase para situarnos en los problemas que tuvo que enfrentar san Pablo con algunas posturas y su visión respecto a la resurrección.
Así como los saduceos no creían en la resurrección de los muertos,a algunos oyentes de Pablo se les complicaba creer, por eso analicemos algunas citas bíblicas para encontrar luces:
Desde la concepción paulina se aborda el significado teológico del bautismo. Sacramento por el cual nos hacemos cristianos y comenzamos a participar de la muerte y resurrección de Cristo. Es el nacer y morir que Jesús pide a Nicodemo: quien no nace de nuevo por el agua y el espíritu no puede entrar en el reino de los cielos
¿Qué diremos entonces? ¿Qué debemos seguir pecando para que abunde la gracia? ¡Ni pensarlo! Los que hemos muerto al pecado, ¿Cómo vamos a seguir viviendo en él? ¿No saben que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, así como Cristo resucitó de la muerte por la acción gloriosa del Padre, también nosotros llevemos una vida nueva. Porque si nos hemos identificado con él por una muerte como la suya, también nos identificaremos con él en la resurrección. Sabemos que nuestra vieja condición humana ha sido crucificada con él, para que anule la condición pecadora y no sigamos siendo esclavos del pecado. Porque el que ha muerto ya no es deudor del pecado. Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él. Sabemos que Cristo resucitó de la muerte, ya no vuelve a morir, la muerte no tiene poder sobre él. Muriendo murió al pecado definitivamente; viviendo vive para Dios. Lo mismo ustedes, considérense muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús. No permitan que el pecado reine en sus cuerpos mortales obedeciendo a sus bajos deseos. No entreguen sus miembros a disposición del pecado como instrumentos de injusticia, sino pónganse a disposición de Dios como resucitados de la muerte, y hagan de sus miembros instrumentos de justicia al servicio de Dios. El pecado no tendrá dominio sobre ustedes ya que no viven sometidos a la ley, sino bajo la gracia (Rom 6, 1-14).
Pablo nos recuerda que vivir en Cristo es morir al pecado y que somos incorporados por el sacramento a la gracia santificante de Dios, pero que esta gracia no es una licencia para seguir en la antigua servidumbre, sino que debemos movernos con la dignidad de los verdaderos hijos de Dios. En este proceso comienza el cristiano a participar de la muerte en Cristo y a disfrutar de su resurrección. Por eso hay una ruptura con las antiguas filosofías griegas que creían el cuerpo una prisión que encerraban al alma. Para Pablo el hombre es un ser integral, es una unidad, cuerpo-alma por tal motivo el cuerpo debe estar al servicio de Dios.
Otro análisis debemos hacerlo en la carta a los Corintios, en la que el apóstol cuestiona las creencias de algunos sobre el tema de la resurrección:
ahora bien si se proclama que Cristo resucito de la muerte, ¿Cómo algunos de ustedes dicen que no hay resurrección de los muertos? Si no hay resurrección de muertos tampoco Cristo ha resucitado; y si Cristo no ha resucitado, es vana nuestra proclamación, es vana nuestra fe (1Cor 15, 12-14)
La muerte de Jesús perdona pecado porque desemboca en la resurrección. A La resurrección de Jesús se ordena la nuestra. Sin la resurrección de Cristo los cristianos seríamos presa de burlas y lástima ¿por qué, de qué sirve una fe que no tiene fundamento? Un desastre para los muertos y un gran vacío para los que un viven
En la teología joánica encontramos evidencia de una fe que pasa del aspecto teológico al cristológico: la resurrección de Lázaro quiere dar respuesta a los hermanos que ya habían muerto en espera de la llegada de la gran parusía. La enlazamos con Juan 6 donde Jesús se nos presenta como el pan de vida. Al comer su cuerpo y escuchar su palabra, al aceptarlo, nos adentramos, desde ese momento, en la comunión y participación del misterio salvífico que es la persona de Jesús.
Ser testigo de Cristo es ser testigo de su Resurrección (Hch , 22; cf 4, 33), haber comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos (Hch 10, 41) La esperanza cristiana en la resurrección está totalmente marcada por los encuentros con Cristo resucitado. Nosotros resucitaremos como Él, con Él, por Él (CIC 995)
Lee:
Parábola de Lázaro en Juan 11, 5-45.
 Cabe resaltar esta afirmación yo soy la resurrección y la vida.
Lázaro simboliza a todos los cristianos que cultivan el don de la amistad con Jesús. Es la poderosa palabra de Jesús, palabra que es vida; que el muerto es levantado a una nueva vida. La resurrección es el tema principal como fundamento de la esperanza cristiana: Yo soy la resurrección y la vida. el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá (Jn 11, 25).
Desde la perspectiva física se puede interpretar esta lectura: tu hermano volverá a vivir (Jn 11, 23) como una frase dirigida a todos los creyentes, de todos los tiempos, que perdieron por la muerte a un ser querido.
Desde la perspectiva espiritual, la narración de la resurrección de Lázaro viene a significar lo que pasa cuando la palabra nos interpela, invita a creer y la aceptamos. La corrupción y el mal olor del pecado sepultan al hombre en una existencia vacía. En Jesús, la vida misma ha sido comunicada al hombre.
Cómo resucitan los muertos
¿Qué es resucitar? En la muerte, separación del alma y el cuerpo, el cuerpo del hombre cae en la corrupción, mientras que su alma va al encuentro con Dios, en espera de reunirse con su cuerpo glorificado. Dios en su omnipotencia dará definitivamente a nuestros cuerpos la vida incorruptible uniéndolos a nuestras almas, por la virtud de la Resurrección de Jesús. (CIC 997)
¿Quién resucitará? Todos los hombres que han muerto: los que hayan hecho el bien resucitará para la vida, y los que hayan hecho el mal para la condenación (Jn 5, 29; cf Dn 12, 2)” (CIC 998)
¿Cómo? Cristo resucitó en su propio cuerpo: mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo (Lc 24, 39); pero él no volvió a una vida terrenal. Del mismo modo, en El todos resucitarán con su propio cuerpo, que tienen ahora (Cc. De Letrán IV: DS 801), pero este cuerpo será transfigurado en cuerpo de gloria (Flp 3, 21), en cuerpo espiritual (1Co 15, 44):
Pero dirá alguno: ¿cómo resucitan los muertos? ¿Con qué cuerpo vuelven a la vida? ¡Necio! Lo que tu siembras no es el cuerpo que va a brotar, sino un simple grano…, se siembra corrupción resucita corrupción…, los muertos resucitarán incorruptibles. En efecto, es necesario que este ser corruptible se revista de inmortalidad; y que este ser mortal se revista de inmortalidad (1 Co 15, 35-37. 42. 53). (CIC 999).
Este “cómo” sobrepasa nuestra imaginación y nuestro entendimiento; no es accesible más que en la fe. Pero nuestra participación en la Eucaristía nos da ya un anticipo de la transfiguración de nuestro cuerpo por Cristo:
Así como el pan que viene de la tierra, después de haber recibido la invocación de Dios, ya no es pan ordinario, sino Eucaristía constituida por dos cosas, una terrena y otra celestial, así nuestros cuerpos que participan en la Eucaristía ya no son corruptibles, ya que tienen la esperanza de la resurrección (San Ireneo de Lyón, haer. 4, 18, 4-5).

Evaluación
1)      En pocas palabras explique cómo por medio del bautismo y de la Eucaristía participamos de la resurrección de Cristo.
2)      De forma sencilla haga un comentario de cómo cree usted que será la resurrección.


sábado, 3 de febrero de 2018

DE LA MUERTE A LA VIDA

En la clase anterior habíamos reflexionado sobre la cita bíblica de Jesús, donde se nos presenta como: “el camino la verdad y la vida” (Jn 14, 6). Jesús muere y nos deja ese camino para ser transitado por todos los cristianos: morir! Pero siendo Él también la verdad y la vida. Para el cristiano que muere en gracia de Dios el morir es un paso prominente que conduce a la resurrección, al Reino de los Cielos, porque Jesús es también vida: “yo he venido para que tengan vida y vida en abundancia” (Jn 10, 10).
En esta clase no estudiaremos la resurrección de los muertos, sino la muerte y la perspectiva cristiana que se tiene de ésta. El diccionario: el diccionario Larousse nos define la muerte así: “Cesación completa y definitiva de la vida”.
Empecemos desde aquí nuestro estudio:
Somos seres creados para vivir; Dios mismo nos regala su ´´ALITO (aliento) para que el hombre comience a respirar (cf Gn 2, 7) ¡y en respirar se nos va la vida! El hombre es educado y preparado para enfrentar la vida y casi nunca para enfrentar la muerte. De hecho la muerte en nuestra sociedad materialista pasa casi desapercibida, inadvertida e invisible, como un ladrón silencioso que entra por la puerta trasera y queremos que por allí, y con el mismo silencio, se marche.
Hacemos lo posible e  inimaginable y otras cosas más para no toparnos con ella. La sociedad de consumo así nos ha educado, nos ha formado.
No se dice mucho de ella en el colegio, no se ve en hospitales aunque consecuentemente los visita; en el seno familiar es un tema poco tocado; incluso en las funerarias casi ni la dejan entrar, de allí el maquillaje o el arreglo post mortis de los difuntos que aparentan que están durmiendo, como si con esto se quisiera dar a entender que están más vivos que muertos.
Este tabú por la muerte irónicamente tiene su contraparte. Mientras por un lado se trata de desaparecer, por otro lado es divinizado y adorado por algunos medios de comunicación, principalmente por el cine donde sin censura se transmiten escenas de muerte de algunos personajes (a mayor carnicería mayor será el rating. Exaltan escenas dantescas de desmembramientos y baños de sangre sin ningún límite). Pero, ¿Qué pasa con la muerte en la vida real de estos actores, es decir cuando mueren de verdad? Solamente se publica dependiendo del impacto noticioso que vende, más que por el deber de informar.

PERSPECTIVA RELIGIOSA DE LA MUERTE.

“Hay una tendencia que se inclina a ver a la muerte desde dos perspectivas,  una bíblica y otra griega que a partir del siglo XVI ha tomado más fuerza.
La interpretación griega de la muerte influenciada definitivamente por Platón, es idealista y dualista <idealista: perfección, magnificar, embellecer. Dualista: dos principios como la materia y el espíritu, el cuerpo y el alma, el bien y el mal>. La materia se considera como mala en sí misma y únicamente el espíritu, la idea es lo que se mira como positivo. El hombre es el curioso producto en el que ambas realidades se encuentran compenetradas, contrapuestas entre sí: Materia-Espíritu, de modo que el hombre es un ser contradictorio.
El espíritu, la llama de lo divino (soplo-rúa) ha sido arrojado en la cárcel del cuerpo. Por lo tanto el camino del sabio consiste en tratar al cuerpo como camino del espíritu, preparándose para la inmortalidad en esa enemistad respecto al cuerpo.
Así que la muerte sería el gran momento en que las puertas de la cárcel se abre y sale el alma prisionera a la libertad e inmortalidad que le compete por su esencia. La muerte aparece como el verdadero amigo del hombre que lo libera del encadenamiento antinatural a la materia. Como exponente de esa sublimación aparece el Sócrates platónico, que ve la muerte como una fiesta.
Podemos concluir que este pensamiento influenció la fe cristiana y su anuncio: la fe de la inmortalidad del alma se dice, procede de este pensamiento.
Más adelante se presentan otros filósofos que hablarán de la muerte desde un punto de vista existencialista como por ejemplo Heidegger quien busca establecer la autenticidad de la existencia humana y finalmente para descubrir el acceso al ser. El problema de la inmortalidad personal después de la muerte se queda voluntariamente fuera de perspectiva.
Para Sartre la muerte no puede quedar nunca asumida e integrada en un proyecto existencial. El proyecto existencial no puede ser interpretado como un caminar hacia la muerte y mucho menos como una espera de la muerte.

LA MUERTE PERSPECTIVA BIBLICA.
ANTIGUO TESTAMENTO

            La visión de Israel con respecto a la muerte es un camino gradual de toda su historia. Desde la concepción antigua y casi prehistórica donde se funde lo mítico con lo real, desde donde es purificado de sus creencias politeístas y es llevado al plano del encuentro por medio de la fe en el DIOS único y verdadero. De esta verdad absoluta en Yahveh el pueblo israelí va aprendiendo que la vida procede de Dios y que a Él debe volver. En este volver a Dios aparece como norma vivir en su amistad y se da como norma el morir de viejo, saciado de vida; esta vida y esta amistad es renovada en los hijos: que veas a los hijos de tus hijos. En Gn 22, 16-18 donde Dios promete su bendición a los descendientes de Abraham aquí vemos un destello el Dios de la vida. Continua su pacto con el pueblo a través de las generaciones y el salmo 128 es una representación de esta fe. Pero también es cierto que ese mismo Dios se le presenta a Moisés como Dios de vivos y no de muertos (Ex 3, 6).
Morir viejo y saciado de vida se contrapone a morir joven y sin dejar hijos, era considerado un castigo.
La muerte es considerada producto del pecado. Solamente los vivos alaban a Dios y los muertos no. “el abismo no te da gracias, ni la muerte te alaba, ni esperan en tu fidelidad los que bajan a la fosa” (Is 38, 18)
También podemos analizar que la muerte era considerada un vivir a las sombras, el sheol como morada de los difuntos donde estaban destinados a una existencia vacía, es decir, la muerte no era considerada como la aniquilación completa de la existencia del hombre.
NUEVO TESTAMENTO
Con la revelación perfecta de Dios en la persona de Jesús todas las dudas, confusiones y sombras son asumidas desde la participación en la cruz, muerte y resurrección del Señor. “Quien cree en mí, aunque muera vivirá; y quien vive y cree en mí no morirá para siempre”. (Jn 11, 25).
El sacramento del bautismo se convierte en la participación de la muerte de Cristo (cf. Rm 6, 1-11; Jn 3, 5)
Desde la fe en Cristo hay una nueva percepción de la muerte tanto que San Pablo dirá: “para mí la vida es Cristo y morir una ganancia” (Flp 1, 21)
“La muerte es el final de la vida terrena. Nuestras vidas están medidas por el tiempo, en el curso del cual cambiamos, envejecemos y como en todos los seres vivos de la tierra, al final aparece la muerte como terminación normal de la vida. Este aspecto de la muerte da urgencia a nuestras vidas: el recuerdo de nuestra mortalidad sirve también para hacernos pensar que no contamos más que con un tiempo limitado para llevar a término nuestra vida:Acuérdate de tu creador en tus días de mozo…, mientras no vuelva el polvo a la tierra, a lo que era y el espíritu vuelve a Dios que es quien lo dio (Qo 12, 1-7)”. Catecismo de la Iglesia Católica No 1007.
“Gracias a Cristo la muerte cristiana tiene un sentido positivo: para mí, la vida es Cristo y morir una ganancia. (Flp 1,21) Es cierta esta afirmación si hemos muerto con Él, también viviremos con Él (2 Tm 2,11).
La novedad esencial de la muerte cristiana está ahí: por el bautismo, el cristiano está ya sacramentalmente muerto con Cristo, para vivir una vida nueva; y si morimos en la gracia de Cristo, la muerte física consuma este morir con Cristo y perfecciona así nuestra incorporación a Él en su acto redentor”. (CIC 1010)
EVALUACIÓN

1.      Luego de haber leído el texto precedente, responde en forma breve pero profunda: ¿Qué quiere decir el cardenal Ratzinger con la expresión: morir es salir del tiempo para entrar a la eternidad?

lunes, 29 de enero de 2018

EL HOMBRE QUIERE SER DIOS

Desde los albores del tiempo, desde que el hombre tiene conciencia de sí, desde la primera vez que alzo la mirada al cielo y pudo contemplar las estrellas sintió en su interior ese sentimiento de eternidad, de querer tocar la gloria, de querer dejar su huella y es así como ha buscado d diferentes formas trascender, que su nombre perdure, que sea recordado… algunos que ostentaron el poder reyes, emperadores, faraones, gobernantes; lograron hacerlo mediante grandes gestas militares, grandes triunfos. Otros por grandes obras arquitectónicas, poemas etc. En fin, de diferentes modos han tratado de dejar su huella en la historia.
Si analizamos algunos planteamientos filosóficos por ejemplo el expuesto por: Martin Heidegger en su filosofía deja abierta la posibilidad de una metafísica porque expresa que el sentido de la vida del hombre está en su existencia porque él llega a la conclusión de que si morimos somos seres para la muerte, pero para que la vida tenga sentido tenemos que hacer cosas productivas, tenemos que dejar nuestra marca en la vida. Por eso se justifica las diferentes manifestaciones del ser en la vida. Encontraremos que: el hombre fue arrojado al mundo pues no pidió nacer y sin embargo existe y es en esta existencia concreta, en una realidad específica, dentro de un marco histórico dentro de un lugar entre personas que el hombre trata de seguir adelante, de superarse, de vivir para luego morir. En este plano metafísico dice este autor que el hombre tiene una voluntad para vivir, y es en la práctica de la moral donde encuentra los principios de cómo vivir porque tiene una historia completa,
En contra posición Nietzche en su obra “El superhombre” expresa que el hombre es un ser miserable e inmundo, un ser a medio hacer, un puente entre la bestia y el superhombre, un paso de la pura animalidad a la súper humanidad. Es su destino, pero en su recorrido evolutivo poco ha sido todavía lo alcanzado” Nietzche no hace metafísica porque para el todo termina con la muerte y es en la vida donde el hombre debe alcanzar su pleno desarrollo por consiguiente su autorrealización
Teniendo en cuenta estas posturas contrapuestas podemos ahora sumergirnos dentro de la perspectiva religiosa, para ello tomaremos el texto de la caída que nos presenta el libro del Génesis:
1. La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que Yahveh Dios había hecho. Y dijo a la mujer:
«¿Cómo es que Dios os ha dicho: No comáis de ninguno de los árboles del jardín?»
 2.Respondió la mujer a la serpiente:
«Podemos comer del fruto de los árboles del jardín. 3.Mas del fruto del árbol que está en medio del jardín, ha dicho Dios: No comáis de él, ni lo toquéis, so pena de muerte.»
 4.Replicó la serpiente a la mujer:
«De ninguna manera moriréis. 5.Es que Dios sabe muy bien que el día en que comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal.»
 6.Y como viese la mujer que el árbol era bueno para comer, apetecible a la vista y excelente para lograr sabiduría, tomó de su fruto y comió, y dio también a su marido, que igualmente comió.
 7.Entonces se les abrieron a entrambos los ojos, y se dieron cuenta de que estaban desnudos; y cosiendo hojas de higuera se hicieron unos ceñidores. 8.Oyeron luego el ruido de los pasos de Yahveh Dios que se paseaba por el jardín a la hora de la brisa, y el hombre y su mujer se ocultaron de la vista de Yahveh Dios por entre los árboles del jardín.
 9.Yahveh Dios llamó al hombre y le dijo: «¿Dónde estás?»
 10.Este contestó:
 «Te oí andar por el jardín y tuve miedo, porque estoy desnudo; por eso me escondí.»
 11.El replicó: «¿Quién te ha hecho ver que estabas desnudo? ¿Has comido acaso del árbol del que te prohibí comer?»
 12.Dijo el hombre: «La mujer que me diste por compañera medio del árbol y comí.»
 13.Dijo, pues, Yahveh Dios a la mujer: «¿Por qué lo has hecho?» Y contestó la mujer: «La serpiente me sedujo, y comí.»
 14.Entonces Yahveh Dios dijo a la serpiente: «Por haber hecho esto, maldita seas entre todas las bestias y entre todos los animales del campo. Sobre tu vientre caminarás, y polvo comerás todos los días de tu vida.
 15.Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar.»
 16.A la mujer le dijo: «Tantas haré tus fatigas cuantos sean tus embarazos: con dolor parirás los hijos. Hacia tu marido irá tu apetencia, y él te dominará.
17.Al hombre le dijo: «Por haber escuchado la voz de tu mujer y comido del árbol del que yo te había prohibido comer, maldito sea el suelo por tu causa: con fatiga sacarás de él el alimento todos los días de tu vida.
 18.Espinas y abrojos te producirá, y comerás la hierba del campo.
19.Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas al suelo, pues de él fuiste tomado. Porque eres polvo y al polvo tornarás.»
 20.El hombre llamó a su mujer «Eva», por ser ella la madre de todos los vivientes.
 21.Yahveh Dios hizo para el hombre y su mujer túnicas de piel y los vistió.
 22.Y dijo Yahveh Dios: «¡He aquí que el hombre ha venido a ser como uno de nosotros, en cuanto a conocer el bien y el mal! Ahora, pues, cuidado, no alargue su mano y tome también del árbol de la vida y comiendo de él viva para siempre.»
 23.Y le echó Yahveh Dios del jardín de Edén, para que labrase el suelo de donde había sido tomado.
 24.Y habiendo expulsado al hombre, puso delante del jardín de Edén querubines, y la llama de espada vibrante, para guardar el camino del árbol de la vida.

     Este relato nos presenta cómo el mal, representado en la serpiente y usando la mentira llega hasta el hombre para hacerle perder el camino y tratar de destruir el proyecto original que Dios tenía para el hombre., el cardenal Ratzinger nos presenta una visión interesante al respecto: “El hombre quiere emancipación total, es decir libertad sin limitaciones, e igualdad, una igualdad en la que desaparezca toda alineación y en la que se realice la perfecta unidad consigo mismo, con la naturaleza y con la humanidad: o sea quiere la divinización. El Nuevo Testamento nos dice que tiene razón en es aspiraciones, pero lo que ocurre es que lo busca precisamente por el camino equivocado. Hay un texto que habla de esto en una visión que resume toda la teología bíblica. Se trata del himno Cristológico de Filipenses 2, 5-11, que dice textualmente:
5. Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo:
 6.El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios.
 7.Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; 8.y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz.
 9.Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre. 10.Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos,
 11.y toda lengua confiese que Cristo Jesús es SENOR para gloria de Dios Padre".
En esta cita se ha incrustado el juramento divino que encontramos en Is 45, 23

 "Yo juro por mi nombre; de mi boca sale palabra verdadera y no será vana: Que ante mí se doblará toda rodilla y toda lengua jurará".

Esas palabras preceden de finales de la época del exilio y en ellas se descubre la alegría victoriosa de Israel, que retorna de la deportación, un Israel que experimenta el triunfo de su Dios, el cual se sirve de los reyes poderoso -Nabucodonosor, y Siro como de siervos suyos, probando que él es el verdadero señor de la historia, el rey de todos los reyes de la tierra, tanto en el exilio como al acabar este, tanto en la victoria como en la caída de Babilonia. En realidad, todos los reyes están a su servicio. No obstante, la experiencia del cumplimiento este versículo tiene que estar en futuro. Es que los mismos gentiles no saben todavía que no llevan a cabo sus planes, sino que sirven a Yahveh. Todavía no ha llegado la hora de que profese su nombre.  Pero en la carta a los Filipenses el futuro de entonces se ha puesto en presente: los cristianos viven ahora la alegría inaudita de que el futuro se haya convertido en presente, pues es ahora cuando ocurre lo inimaginable: los gentiles doblan realmente las rodillas ante Yahveh en la figura de Jesús, rezan su credo, lo reconocen como el Dios de todo el mundo. La liturgia y la fe cristianas resumen estas características de alegría, de realización. Se ha cumplido la Palabra.
     Hasta ahora lo expuesto por el cardenal Ratzinger ha servido para ayudarnos a entender cómo las sagradas escrituras es la brújula que sirven al hombre a encontrarse con su Creador y en este encuentro el hombre alcanza su propósito, su felicidad, su integridad pues Dios es su fin último.
Pero desde un análisis critico con una perspectiva del hombre bíblico antiguo ese Dios todopoderoso, omnipotente y eterno no coincide con el Dios manifestado en la persona de Jesucristo con un mensaje de amor y perdón y que para muchos su proyecto llega hasta la cruz. Continuemos leyendo a Ratzinger para responder estas interrogantes.
“Lo sorprendente es que esta victoria de Yahveh, la adoración de los gentiles se realiza en la cruz, en la humillación suprema. Para aclarar esto, el himno el himno deja al descubierto la perspectiva antropológica de que se trata. El hombre quiere ser Dios dice el versículo 6 aludiendo a una variante del mito de Adán, que resuena en Job 15, 8. Lo quiere y en realidad, no le falta razón, pero lo intenta a modo de Prometeo: robando, arrebatando la igualdad con Dios. Pero él no es ningún Dios. Haciéndose Dios, se opone a la verdad, con lo que este experimento acaba necesariamente en la nada de la mentira. El verdadero hombre-Dios actúa exactamente del modo contrario. Es Hijo, lo que quiere decir que es el deberse y entregarse totalmente. La cruz es en realidad ni más ni menos que la radicalización definitiva del comportamiento del hijo. El lugar que se alumbra la divinización del hombre no es Prometeo, sino la obediencia del Hijo manifestada en la cruz. El hombre puede hacerse <Dios> pero no haciéndose tal así mismo, sino únicamente haciéndose <Hijo>”
Con esta reflexión podemos entender el significado de la cruz y también encontrar sentido a las palabras de Cristo cuando se autodefine como el camino, la verdad y la vida (Cf. Jn 14, 6). Es decir que para el hombre no queda otro camino que la muerte para poder acceder a la resurrección, pero esa muerte debe ser en Cristo Jesús. “Frente a la muerte, el enigma de la condición humana alcanza su cumbre” (GS 18). En un sentido la muerte corporal es natural, pero por la fe sabemos lo que realmente es “salario del pecado” (Rm 6,23; Cf.Gn 2,17). Y para los que mueren en la gracia de Cristo, es una participación en la muerte del Señor para poder participar también en su resurrección (Cf. Rm 6,3-9; Flp 3,10-11) Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) 1006)
Es la verdad porque por medio de él, de su vida, de sus enseñanzas como se obtendrá la clave para su divinización que no es otra cosa que gozar de la presencia beatífica de la Santísima Trinidad.
EVALUACIÓN
1.      Elabora una conclusión crítica tomando en cuenta la opinión de los tres autores citados (Heidegger, Nietzche y Ratzinger)

2.      ¿Tomando en consideración los contenidos de esta sesión interpreta la siguiente cita bíblica: el que quiera seguirme que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz y me siga… (Mt 16,24).

viernes, 19 de enero de 2018

IMPORTANCIA DEL ANUNCIO DEL REINO DE DIOS

La segunda de las virtudes teologales es la esperanza.

Introducción
En esta sesión trataremos fundamentalmente el estudio de la Escatología con base en las Escrituras haciendo una diferenciación histórica y exegética con base en la predicación de Jesús, el mensaje de Jesús sobre el reino de los cielos y la predicación de San Pablo.
¿Cómo era la fe del pueblo de Israel?
La fe del pueblo de Israel se basó fundamentalmente en la promesa en consecuencia, por la tensión que conlleva a la esperanza.
La figura davídica entra en escena tras la promesa hecha por Dios como podemos leer en: 2Sam 7. Ya aquí se anticipa que el mesías será de su linaje.
¿Tendrá significado el mensaje de Jesús sin la vivencia de la esperanza? ¿Qué es el reino? ¿Qué significa que esté cerca? ¿Por qué y para qué de las parábolas con esas descripciones y analogías sobre el reino de los cielos?
No son preguntas que se respondan sólo desde el ámbito y método histórico porque el estudio sobre esos temas del pasado, escritos para ese hombre bíblico en particular, tienen para el hombre de hoy otra lectura que requiere la transposición desde la Teología y la Exegética sin dejar que en ellas se refleje la historia del mundo del espíritu según la época. Es como hacer filosofía; profundizar en la historia, en la historia del texto bíblico y en la profundidad del ser.
La sesión está estructurada de la siguiente manera:
1.- Lea el capítulo primero: “2. Importancia del anuncio del reino de Dios por parte de Jesús” (46-66)  RATZINGER Joseph, Escatología.
2.- Lea el resumen que aparece a continuación y chequee los contenidos de los enlaces anexos durante la lectura del mismo.
3.- Resuma los contenidos para su estudio.
Evaluación.
1.- Sintetice en un cuadro comparativo la visión de los evangelios sinópticos y el evangelio de Juan sobre el reino escatológico.
2.- Reflexione y responda:
a.- ¿Cómo veía san Pablo el Reino escatológico, era algo inminente o creía que aún faltaba mucho?
b.- Qué significado tiene la frase paulina  después nosotros, los vivos, los que todavía estemos, nos reuniremos con ellos, llevados en las nubes al encuentro del Señor, allá arriba. Y estaremos con el Señor para siempre.(1Tes 4,17)
 El reino de Dios o reino de los cielos
Auténtica palabra clave en la predicación de Jesús. El Señor centra su predicación prepascual en ella.
Mateo, como judío, dice “reino de los cielos” en atención a la regla judía que establecía que no debía decirse el nombre de Yahvé. Marcos y Lucas dicen  “reino de Dios”.
Reino no significa un lugar sino una realidad activa. Se traduce algo así como señorío, mando, dominio de Dios, poder viviente de Dios sobre el mundo.
El anuncio “el reino de Dios está cerca” puede traducirse exactamente por “Dios está cerca”. La predicación de Jesús no está referida a algo que está en el cielo sino de algo que Dios está haciendo y hará aquí en la tierra.
Acerca de la Esperanza
En el Antiguo Testamento hallamos la prefiguración de la esperanza. Repetimos nuevamente que la fe del pueblo de Israel se basó fundamentalmente en la promesa y en consecuencia por la tensión que conlleva a la esperanza.
La esperanza se concibe entonces desde una perspectiva rabínica o apocalíptica.
La rabínica. Sabe que Dios es siempre Señor del mundo y que lo rige pero espera a que Dios un día salga de su ocultamiento mostrando a las claras su poder. Se considera el día del Mesías.
Se separa el celota que pretende acelerar la llegada de este reino con medios políticos, politizando la escatología. Interpreta la esperanza de Israel como un programa político.
La apocalíptica. Ésta acentúa con más fuerza la diferencia radical de los dos eones (seres o inteligencias divinas o eternas). Se desarrolla como expresión de la esperanza en situaciones minoritarias desesperadas, pero se entremezcla en casos concretos con los demás tipos de esperanza.
La predicación de Jesús.
Tomando en cuenta la variada y compleja realidad sobre la promesa, la esperanza y la historia del pueblo de Israel surge la voz del pastor. Lo nuevo que Él ofrece no consiste tanto en ideas desconocidas sino la plenitud de poder que caracteriza su misión. El poder de separar el trigo de la paja.
No va en línea de los celotas. No usa el título mesiánico. La única vez que usa el título de Mesías (Cristo) es en el letrero de la cruz, convirtiéndose en punto de partida de la profesión cristiana.
Jesús se encuentra en la línea de la esperanza profética, promete el reino de Dios a los pobres.
Se ha cumplido el tiempo, el reino de Dios está cerca, convertíos y creed en el evangelio. (Mc 1,15)
La misión de Jesús se explica en textos muy antiguos, remitidos a la figura del profeta Jonás (Cf. Mt 12,38-42; Lc 11,29 ss; Mt 16,4). Así pues, en el evangelio según san Mateo se toma la señal de Jonás como una prefiguración de la muerte y resurrección de Jesús. Jonás estuvo tres días en el interior del cetáceo (Jon 2,1).
En el evangelio de Lucas por el contrario, es la generación de Jesús la que directamente es comparada con los ninivitas, generación que no recibió otro signo que el mismo profeta y su predicación de la penitencia.
El signo de Jonás es un signo de penitencia y gracia, es un signo de penitencia y escatología. Tras la predicación, la conversión es aceptada y esto resulta escándalo para el profeta. También Jesús llama, llama a la conversión de los pecadores y los pecadores la entienden. Por eso su predicación es una impronta que trasciende, no es de allí ni de después, es eterna y como tal no se mueve en las dimensiones del espacio tiempo sino que el centro del mensaje lo ocupa la persona de Jesús. Es moral, es individual, es comunidad.
La cuestión sinóptica.
En el evangelio de Lucas se halla ya una concepción sin escatología próxima. Para él Cristo no es el fin sino el centro del tiempo. El camino no lleva inmediatamente a la parusía sino a la iglesia de los gentiles, la cual, en su condición de amplio espacio de lo que ha de venir, representa el horizonte de su evangelio. Le caracteriza el presente no como situación de tránsito, sino como algo permanente.
En el evangelio según san Mateo: sigue aferrándose a la espera inmediata. El enigma de Mateo para nosotros es cómo, escribiendo después del año 70, puede conciliar eso con los acontecimientos históricos reales. (Mt 24,29 ss) (Cf. Za 12,3; Sal 79,1; Is 63,18; Dan 9,26; 1Mac 3,45-51)
En el evangelio de Marcos parece haberse construido una relación temporal directa entre ambos acontecimientos “destrucción del templo de Jerusalén y fin del mundo (Mc 13,24). Al hacer uso de la expresión “en aquellos días” no se hace referencia a algo temporal sino que pertenece a esquema tradicional.
Por su parte el evangelio de Juan presenta la palabra de Jesús solo como palabra oída, como recibida por la Iglesia. Esta palabra no puede entrar en la historia sino en cuanto se la oye y, al oírla, la asimila. Todo oír y, por consiguiente, toda transmisión es insoslayablemente una explicación. 
La Parusía
Aunque no es tema de esta sesión profundizar acerca de la Parusía, es necesario que tengas ideas generales acerca del tema por lo cual debes escuchar con atención lo que expone el Pbro. Carlos Rosell de la (FTPC) Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima al respecto. Sólo te tomará unos minutos.
San Pablo y la Parusía
La parte quizás más importante donde Pablo habla de forma directa sobre la parusía del Señor es: 1 Tes 4,13-17. Todo el evangelio que Pablo anuncia tiene como primicia y carácter de urgencia inminente la venida del Señor. Más que inminencia temporal de días o años, el apóstol se ha referido siempre al dinamismo transformador de al esperanza cristiana que se traduce en actitud de expectación, firmeza y vigilancia como si el Señor estuviera llegando de un momento a otro.
Se ve que Pablo se entusiasma y da alas a su esperanza, viéndose a sí mismo vivo, aún participando del triunfo definitivo de Cristo (Cf. 1 Cor 15,51; Flp 3, 21; Rom 13,13)